

Hace días tuve un encuentro inesperado y extraño. En un descuido en un crucero del centro de la ciudad me vi de pronto cara a cara con la muerte. Lo curioso es que no me dio miedo. Eso es lo que me preocupa y lo que en verdad me da miedo.
Cuando vives entre tantas emociones diarias de alguna manera te vuelves más templado. Reaccionas con frialdad aún cuando la tensión sube y a tu alrededor puede soltarse una tormenta, tú te mantienes acuánime para no involucrarte, ni perder la objetividad periodística.
Esta vez no se trataba de otros, sino de mí. Fueron solo unos segundos y como dicen, todo te pasa por la mente: tu familia en casa sin darse cuenta, tu esposa, tu trabajo, muchos pendientes esperándote, muchas preguntas y sobre todo la principal: ¿me llegó la hora?, ¿es así como acaba mi historia en este mundo?.
Era la muerte, sólo lo sabes. No tenía rostro, pero me miró y pasó de largo. Fue solo como una macabra sonrisa con un susurro y un recordatorio al oído. “Hoy no te toca, pero algún día será”.
Es hasta entonces cuando te agarras a piense y piense en la vida y la muerte. Piensas en las personas cercanas que se han ido.
Entre los que más presentes tengo es al dirigente social Martin Negrete Rodríguez, en mi opinión el hombre más valiente que ha nacido en ésta tierra de Irapuato. Resulta absurdo que haya muerto en manos de un cobarde desconocido.
Digo eso porque no lo venció con sus fuerzas y menos con las ideas, sino en un fortuito intercambio de balazos. Lo más absurdo aún fue que lo mató el hijo de una familia a los que Martín Negrete le dio un lugar donde vivir. Como bien dicen, a Martín Negrete lo mató la segunda generación de una de las colonias por las que luchó para darles una casa.
No pretendo crear un héroe, ni un santo. Porque Negrete fue héroe y villano a la vez; así como defendió a las clases marginadas, vivió y ganó de ellos y también tuvo su lado oscuro como cualquiera.
Simplemente creo que no hubo, ni habrá en mucho tiempo nadie como él que enfrente a los más poderosos de Irapuato, del Estado y hasta del país. Porque igual enfrentó a ricos, políticos, empresarios, bancos, caciques, hasta los mismos periodistas y finalmente desafió a la narco-delincuencia.
Martín Negrete estaba más allá del bien y el mal. Estaba ya casi en el retiro, de hecho pudo irse delegando la lucha social en otros líderes de su confianza. Pudo haber cumplido su último anhelo de irse a Estados Unidos a comprar un rancho de ensueño en un río no contaminado de agua cristalina corriendo por aquellas nuevas tierras fértiles que prometían una vejez de prosperidad.
Estoy seguro que como me pasó a mí, Martín Negrete vio la muerte de frente no en una, sino varias ocasiones. Igual que yo, creo que fueron tantas situaciones de peligro que perdió el miedo a la muerte.
Esa fue tal vez su perdición, que no dudó en salir a encarar el peligro una vez más.
EL HOMBRE MAS VALIENTE
DE IRAPUATO MURIO
EN MANOS DE UN COBARDE.
Sin embargo esta vez la muerte no pasó de largo, sino que allí en el piso de una de las calles de la colonia que el mismo Martín fundó, se quedó dormido para no despertar más.
Lo triste para mí no fue sólo la muerte tan inesperada y absurda. Lo fue al día siguiente el ver cómo el hombre más valiente de Irapuato, el líder social más importante del Estado, el que tenía tantos amigos poderosos fue abandonado y borrado de la vida pública como si hubiera sido solo un mal necesario.
No hubo homenaje, discursos, reconocimientos, menos una estatua, su nombre no se colocó en una de sus colonias o por lo menos a una placa en una calle con el nombre de Martín Negrete Rodríguez. De forma increíble el líder que exaltó el recuerdo de otros héroes como el Ché Guevara, Lucio Cabañas, Emiliano Zapata no tuvo homenaje luctuoso, ni día para ser recordado por las nuevas generaciones.
El cuerpo inerte del más grande líder social del Estado cruzó en su último recorrido por las calles de su amado Irapuato, entre la ignominia y apatía de la gente. Los únicos que lo acompañaron en el camino al panteón fueron como siempre la familia y una cantidad de 200 o 300 personas de condición humilde en su mayoría de la tercera edad.
Los viejitos mostraron con su valor ejemplar ser los más agradecidos por los favores recibidos de manos del desaparecido líder social.
Vino a mi mente también el recuerdo del último gran periodista de la vieja guardia como fue Alfonso Méndez Lara. Logró el sueño dorado de todo periodista de ser Director de su periódico El Sol de Irapuato para el que fue reportero. No obstante, al igual que Negrete fue olvidado al día siguiente de su muerte.
Recuerdo también que estaba yo en una huelga de hambre frente a la Presidencia Municipal protestando por la amenaza de una Directora de Prensa a la que corrieron y terminó allí su carrera pública. Méndez Lara siendo director del Sol de Irapuato se me acercó y me dijo: “levántate no vale la pena”.
Mi reflexión hoy es ¿vale la pena no tener miedo y ser el más valiente cuando puedes morir de la forma mas absurda en manos de un cobarde?. ¿Vale la pena ser el mejor periodista si al día siguiente vas a ser olvidado?.
Creo que al menos para mí la muerte de Martín Negrete y Alfonso Méndez Lara valieron la pena. Porque se fueron con una sonrisa en los labios de haber muerto haciendo con pasión lo que más les gustaba hacer y llegar a ser los mejores entre sus compañeros, para sus familiares y para sus amigos verdaderos aunque hayan sido solo unos cuantos.
Como Martín Negrete y Alfonso Méndez, con esa dulce sonrisa, así quiero un día cerrar mis ojos en ésta amada ciudad. No importa que no tenga como ellos un reconocimiento público, un monumento, ni una calle que lleve mi nombre, pero sí al menos un recuerdo sincero que nazca en unas cuantas líneas como estas.


