top of page

Entre mis primeros recuerdos de niño, apenas me veo en mis correrías con los “hijos del ranchito”, aquel mercadito convertido en una gran vecindad y barrio popular  tan representativo del Irapuato que ya se fue. Me acuerdo que había una pandilla que representaba todo el folklore “hippie” de los años 70’s de ese entonces, se hacían llamar los TPCH, (después me dio risa saber que significaba Trabajo Pura Chingada).

El barrio era todo un cuadro surrealista de pobreza,  pero de un gran colorido de alegrías con el que pintan su vida los más pobres. Ahora lo sé, pero entonces entre niños no había ricos ni pobres. Solo éramos niños.

Entre mis mil aventuras me acuerdo que nos subíamos sobre un viejo portón gigantesco que no sé de qué el color era de tan oxidado que estaba. Era la frontera que separaba los 2 mundos; del ranchito y el mundo de la prosperidad; “el otro” Irapuato.

Nos escapábamos así del inframundo del solar de tendederos, del terregal, del vecindario entre un calor infernal. Al otro lado era una fresca y arboleda que sombreaba un callejoncito risueño de casitas con un balconcito al frente. Ahora sé que ese callejón se llama Callejón del Moral y que esas casitas fueron construidas por el más célebre arquitecto mexicano, el irapuatense Enrique del Moral.

Eran 2 mundos tan diferentes. Me acuerdo que había mucha actividad de trabajo y sobretodo un tufo a resaca urbana, (luego descubrí se debía a la vida nocturna del lugar). Me daba miedo pasar frente a los 2 monos gigantes de madera que brindaban alegres sobre una puerta, donde entraba y salían mujeres muy arregladas.

Fue así como conocí esa zona de muchas fábricas y también esa zona de tolerancia de Irapuato. De toda esa vitalidad no quedaron más que ruinas, como si fuera un pueblo fantasma.

La empresa IG de transformadores a pesar de que se estableció en el lugar mucho después, se devoró la gran vecindad del barrio del Ranchito. Solo sobreviven los monos de madera en su borrachera eterna, que siguen chocando los tarros de cerveza igual de alegres como la primera vez que los ví.

Se acabó aquí la prosperidad industrial del lugar. Solo sobrevive la actividad nocturna de la zona de tolerancia y cuando ves esto, entiendes que es real eso de que la prostitución es el oficio más antiguo de la humanidad.

La mala fama de la calle Isabel la Católica prevaleció sobre todo el progreso entró por esa puerta de la ciudad gracias a la estación del ferrocarril.

 

Hasta la fecha “la chabela” fue, es y seguirá siendo la vergüenza de Irapuato, porque de católica no tiene nada.

… o tal vez tiene mucho,  luego de ver cómo la religión predominante en el mundo ha cohabitado con el poder a lo largo de la historia como la gran “ramera de babilonia” que cita la Biblia será también juzgada.

De eso de que “la Chabela” es una vergüenza de Irapuato, no me cabe la menor duda. Porque evidencia la realidad del fracaso de una sociedad enfermiza y decadente.

De lo que tengo una gran interrogante es si: ¿Es posible convertir esa zona que es la vergüenza de la ciudad en el orgullo de Irapuato?.

Hoy se abre ante nuestros ojos conocer la respuesta. Hay una oportunidad de rescatar toda esa zona de sus ruinas y crear una zona de interés turístico. La oportunidad es ideal de darle vida a toda esa zona al impedir que se derrumben las fincas de la unidad habitacional de empleados y trabajadores que construyó el famoso arquitecto irapuatense Enrique del Moral.

Ya me ví, (como dice la tele) llevando a mis hijos y nietos en los recorridos guiados por el lugar, entre turistas y mucha gente caminando nuevamente en los comercios y empresas de esa zona floreciente que resurgió de sus cenizas.

Ya me escucho diciendo: “Niños, esta es la calle Calzada de la Industria y éstas son las casas que construyó el arquitecto más famoso de México un irapuatense llamado Enrique del Moral Domínguez.

Entonces como que oigo la voz un chiquillo vivaz igualito al que cruzaba con otros mugrosillos traviesos aquel portón oxidado. “Oye agüelito y ¿dónde es la Chabela?”.

“Muchacho preguntón ¿a quién te parecerás?” (me veo diciéndole)… bueno… ¿ves aquellos monos de madera que brindan sonrientes en aquella puerta?... pues esa era la “chabela”.

Hoy es un museo fotográfico de lo que era el ranchito, con su gente,  los TPCH, las fábricas y sus obreros, las casas de toda esta zona y hasta sus chicas del tacón dorado que hubo aquí por muchos años.

- Aguelito ¿y qué es TPCH… y para qué te brincabas ese portón… y cómo eran las chicas del tacón dorado?.

-“Cállese muchacho del demonio”… (le diré).

…Hasta siempre, aquí nos leemos y felices Consecuencias.

¿SERA POSIBLE CAMBIAR LA VERGÜENZA EN ORGULLO?.

bottom of page